Cómo y porqué gestionar tu marca im-personal (y liderar una gran empresa)


Trabajarse la propia marca personal estaba de moda. En un mundo de individualidades, en un mundo en el que dominaba el gran sueño americano de que todos podemos alcanzarlo todo, en un mundo plagado de exitosas start ups, la marca personal era asignatura justa y necesaria. Pero llegó la crisis, y lo trastocó casi todo. En un mundo global, donde la realidad se impone sobre las ideologías, donde la corrupción acusa implacable la ambición desmedida, como dice el Dalai Lama, necesitamos más buenas personas y no tanto gente de éxito.

Como especialistas en formación de directivos, ya hace tiempo que hemos aprendido que el protagonismo personal, el individualismo, no conduce a liderazgos provechosos, ni tan siquiera hoy ya, carismáticos. Su momento ya pasó. Es como querer mantener la reivindicación de que la dieta más saludable es la más rica en proteínas.



Hoy, cuando ya hasta los términos de responsabilidad social o reputación corporativa suenan añejos y poco operativos, debemos reivindicar prácticas más enraizadas con lo cotidiano, con el quehacer diario de directivos que no buscan su lucimiento personal en la memoria anual, sino que trabajan incansables por el compromiso presente de “su” empresa con la sociedad dejando en ello su marca tan indeleble como im-personal.

La misión debe estar por encima de los protagonistas, el proceso por encima de los estrictos resultados. Más allá de valores, visiones y misiones teóricas, para resultar resonante en el contexto y entorno en el que convive, la empresa debe evidenciar razones para hacer lo que hace, debe manifestar un propósito social más allá del de generar dinero para los más directamente implicados, y, sobretodo, debe tener clara su intención: ¿A quién o a quienes beneficia? ¿Son éticamente suficientes?

La ética de las responsabilidades nos obliga a olvidar fantasías de marca personal al margen del colectivo en el que se integra. Incluso toda la nueva legislación de Compliance va en esa línea. Conceptos como la sostenibilidad o la solidaridad no pueden entenderse aisladamente ni de manera abstracta, deben ser asumidos individualmente para ser defendidos corporativamente. No, no es un juego de palabras. La diferencia radica en la dinámica, que antes fluía de arriba abajo, bajo la óptica del control y la sanción, y ahora debe fluir de abajo a arriba impulsada por la propia conciencia y responsabilidad.

Cuando un directivo conoce la importancia de gestionar su marca im-personal para desarrollar eficazmente su liderazgo dentro de la empresa, 
  • sabe de la importancia de gestionar bien las emociones, la escucha activa, la decisión dialogada…
  • sabe cómo gestionar el conflicto, las críticas, las objeciones y la constante negociación con todos sus interlocutores,
  • sabe cómo gestionar el cambio y la incertidumbre sin caer en el stress, la alienación ni la ansiedad,
  • sabe cómo hay que liderar y comprometerse con el crecimiento de su equipo, 

En resumen, cuando hablamos de crecer, reciclarnos, reinventarnos… no hace falta pensar inevitablemente en la posibilidad de fortalecer nuestra marca personal y lanzarnos a montar el negocio de nuestros sueños, podemos también hacerlo dentro de “nuestra” gran empresa (o si no es aún grande, hacer que, por lo menos de corazón y vocación, lo sea).

Con todos los respetos, pero si sumamos taxistas y “baristas” tenemos millones de emprendedores, y esa no es siempre la mejor solución. Liderar nuestro propio proyecto no debería ser invariablemente el sueño de todos. De hecho, como dijo Salvador Alemany, Presidente de Abertis en una de sus ponencias: “El líder no busca proyectos. Son los proyectos los que reclaman un liderazgo.” Ese es el liderazgo im-personal, el liderazgo de equipo, el liderazgo del presente que queremos. (y que necesitamos).

REDACTOR