Marcas hipsters o con gafas de madera

La tendencia es la dirección o rumbo que decide un grupo de personas o colectivo y que se adopta como una moda en el futuro. Este rumbo puede ser social, cultural, político, etc. Puede percibirse a priori como un concepto negativo, pero desde mi punto de vista las tendencias nos ayudan a encontrar diferentes puntos de vista que optimizan nuestra manera de enfocar los procesos, los paradigmas, las situaciones cotidianas, y la vida en general.

Normalmente las tendencias llevan implícitas novedades que no teníamos previstas o que incluso en un primer momento llegábamos a rechazar, y que finalmente han resultado ser de mucha utilidad: El coche eléctrico, bla bla car, los 80s, etc. Esto enriquece lo que somos y nos ayuda a saber cuáles son nuestras posturas o predisposiciones frente a lo que se nos presenta. Por ejemplo, si vuelve la moda de usar pantalones acampanados vamos a encontrar personas que no las usen (como nuestros padres o abuelos) y otras que sí. Aun existen personas sin Facebook y eso nos las hace diferente de las demás ni tampoco hace que pierdan su identidad. Las tendencias y modas refuerzan lo que somos al decidir si las seguimos o no.

Sin embargo, noticias como el incremento de “los implantes de barba” para conseguir una apariencia hipster, o “la compra de las gafas de pasta sin graduación o las nuevas de madera” nos demuestran que a veces somos presa fácil de las modas. Esto lejos de ser algo negativo se debe tomar como lo que es: “una moda que viene y va” y no como algo que tienes que tener para sentirte bien contigo mismo y/o con los demás. Es en ese caso, cuando hablamos de autenticidad. ¿Las modas y tendencias pueden llegar a configurar lo que somos? o, por el contrario, ¿somos nosotros los que, a través de las modas terminamos reconfigurando nuestra identidad?


En el caso de las marcas encontramos el mismo fenómeno, ahora todas las empresas tienen al menos un community manager en sus filas, otras tienen perfil en Facebook aunque no le den mucha utilidad. Hace 10 años todas las empresas pedían a sus agencias de comunicación hacer un viral para que se propague por internet. Sin embargo, la adaptación de la empresa ante los nuevos medios digitales o herramientas que puedan utilizar para propagar su identidad (misión, visión, valores, oferta, servicios, etc.) no debe de reconfigurar su identidad como “una empresa está en los medios sociales”. Si pensamos en Coca Cola, nos va a salir la palabra “felicidad” de forma inmediata y es que la marca ha sabido (entre errores y aciertos) transmitir “lo que es” en los diversos medios que ha encontrado en su trayectoria.



La psicología nos indica que uno llega a configurar lo que es basándose en tres estímulos:
  • Por cómo vivimos nuestra infancia en el hogar.
  • Por cómo nos relacionamos durante ella. 
  • Por cómo nos han educado (en casa, colegio, instituto, etc.).

Si bien una marca no ha ido a la escuela, pasado por la universidad o aplicado a una entrevista profesional, ha vivido tanto como nosotros para acompañarnos como si fuera un compañero o amigo nuestro. Sus padres (directivos, ejecutivos, fundadores, etc.) también han sabido aprender (y siguen aprendiendo) a cómo educarla, también le han pasado sus miedos o sus filias, sus aciertos y sus pasiones; así que cuando se hable de una marca que te ha acompañado durante tu vida, hay que considerar que esa marca también ha aprendido a vivir, a relacionarse con otras personas, clientes, proveedores, usuarios, inversores, etc. y es el reflejo de una filosofía o cultura que la define como lo que es: una marca con sus errores y aciertos… y que por eso las queremos u odiamos, no por lo que quieren representarnos, sino por lo que son.

Ejemplos de estos los encontramos cuando alguien hace un comentario inocente que podemos recibir de muy mala manera, o decidir en base a argumentos poco válidos que nos llevan a equivocarnos reiteradas veces. En el caso de las marcas pasa lo mismo, uno hace un comentario de mejora y nos responden trayendo a todo su gabinete de abogados jajajajaja


Con el auge del coaching o de las sesiones motivacionales (que también son tendencia en estos momentos) el lema o mandamiento es “tienes que saber quién eres para luego saber qué quieres o a dónde te diriges”. Esto me llama mucho la atención debido a que los procesos de definición de la identidad no solo se están aplicando en las personas sino también en las empresas. Definir lo que somos no debería de llevarnos mucho tiempo, a menos que nos encontraremos en una sociedad que vive de la imagen o de las apariencias. De ser así, tu identidad tendrá una constante redefinición dependiendo de la tendencia o moda que sea aceptable para el entorno en ese momento. El planteamiento es sencillo de diagnosticar, cada vez que necesitas oír de otra persona “lo que eres” para creerte o sentirte seguro, es que vas a ser presa fácil de las marcas, las modas, personas y de todo aquel fenómeno social ajeno a tu identidad. Lo mismo le pasa a las marcas cuando sus ejecutivos buscan reafirmar su “posicionamiento” a través de encuestas, olvidándose de preguntar si encontramos otros valores en la marca que no estaban trazados en su estrategia de empresa.

¿Y cómo llegar a saber quién eres si nunca te lo has planteado? En una sociedad plagada de “las 7 cosas que debes saber para…” o “lo que nunca debes de olvidar en…” llegamos a percibir que todo es dicotómico: O eres bueno o eres malo. Esto me hace reflexionar sobre si en realidad ¿no estaremos en la moda de “dar buenos consejos para la gente buena”? Lo raro es que cuanto más lo practicas, menos “tu” te sientes. Me explico, cada vez que me equivoco, muestro (a los demás y a mi) las limitaciones que tengo, y esto no es malo. Tengo un defecto o un punto no muy desarrollado con la redacción y ortografía. Esto puede parecer un impedimento para hacer muchas cosas, sin embargo (y gracias a la conciencia de saber lo que soy) puedo desenvolverme por ello, tengo compañeros y amigos que me supervisan porque saben cual es mi debilidad. Por otro lado, también tengo buenas cualidades que son reconocidas por mi entorno laboral y personal y que por ello confían en mis habilidades para este tipo de tareas. Lo mismo pasa con los amigos, con la familia y con la pareja. Cuanto más “tu” seas, más auténtico te mostrarás ante los demás. No estoy hablando solo de componentes racionales o emocionales, hablo de ambos, debido a que nuestras decisiones se componen: de cómo somos, con quién nos relacionamos y en qué punto de la relación nos encontramos. Somos como un árbol, pueden cambiar las estaciones, la forma de nuestras copas, cambiar de color de hojas, pero lo que nos hace únicos son nuestras raíces y todo aquello que llevamos por dentro que nos hace auténticos…llevemos o no barba o gafas.

Un amigo me comentaba que hace tres años conoció a una chica que era franco-española; y como le gustaba mucho empezó a practicar el francés. Lo mismo le pasó a una amiga que le gustó un chico que trabajaba en cine y para atraerle se volvió cinéfila. Tanto para aprender francés o saber de cine, el interés por llegar a seducir a alguien ha hecho que dentro de “lo que la persona es” se activen ciertos mecanismos para encontrar puntos en común con las otras personas y “ya en su terreno” tener la libertad de ser ellos mismos. Al final, las modas y tendencias nos ayudan a ser nosotros mismos siempre y cuando esto no suponga un esfuerzo en tratar de caer bien a los demás para sentirse aceptado. Nosotros y las marcas somos aceptados tal y como somos, el problema está en que a veces no nos vemos o valoramos como tal. Aquello hará que paguemos por un implante de barba hipster y que la mayoría de nuestras marcas de siempre utilicen gafas de madera sin graduar.

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