El miedo y la responsabilidad de las marcas


¿Desde dónde trabajan las marcas? ¿Desde el miedo o desde la autenticidad? 

El miedo es una de las mayores trampas en las que cae actualmente la sociedad. Tan sutil como absoluto, se ha extendido como una telaraña que atrapa a todos aquellos que se dejan llevar por lo establecido, por la comodidad y por la irresponsabilidad. 

Empezaremos marcando una diferencia entre tres formas de miedo para centrarnos en el que nos interesa y el que ataca a la mayoría de las marcas entendidas como organizaciones.
  • La primera forma son las fobias que pueden tener su raíz en una experiencia traumática y que, aunque muy incómodas y desagradables, no coincide con lo que queremos plasmar hoy en este post. 
  • La segunda forma es el instinto de supervivencia; que es algo intrínseco a todos los seres vivos y que muchos seres humanos han sentido. Más que miedo lo calificamos, valga redundancia, como instinto y consideramos que si la mayoría de las personas se vieran durante unos instantes en una situación de auténtico peligro y experimentarán todo lo que conlleva ese instinto, comenzarían a quitarle poder a muchos temores y distinguirían con más claridad lo que es importante de lo que no. El instinto de supervivencia activa multitud de mecanismos físicos pero, a diferencia de los miedos comunes, logra que la mente permanezca en absoluta alerta. 
  • Por el contrario, ante el tercer tipo que consideraremos como “miedos vulgares”, la mente lejos de permanecer atenta, se diluye en una reiteración del temor y de todas las posibilidades y sufrimientos que pueden implicar la situación temida, incapacitando para la acción a la persona e impidiendo que viva y disfrute de su realidad y su presente. 

Probablemente uno de los problemas del deterioro del ser humano, es que tenemos vidas demasiado fáciles y por desgracia, en lugar de disfrutarlas, mucha gente, viciada en la inercia de la queja, se empeña en prever lo malo, en lugar de disfrutar lo bueno. 

Hablemos de algunos miedos de esos que tienen su raíz en el ego, de esos que florecen desde el temor de perder algo (aunque no se tenga). Como el miedo a la soledad, que implica una falta de confianza en si mismo. Aquí el ego busca la seguridad de lo conocido y la sensación de lo conocido y la sensación de ser el elegido por encima del resto, necesita sentirse especial. Este temor genera una constante tensión llena de juicios, comparaciones y desconfianza, que va transformando la relación y la propia vida en una prisión llena de dureza. 

Las organizaciones conscientes no están preocupadas (ni tienen miedo) de no poder vencer a la competencia, sino que se encuentran centradas en superarse a sí mismas y aprenden constantemente de los errores. Para ello tienen que concebir los problemas y conflictos como oportunidades para evolucionar y mejorar su funcionamiento interno. Así es como poco a poco van construyendo una marca sólida, asociada en valores humanos. 

Los colaboradores de las empresas conscientes trabajan por algo más que un salario. Mientras que sus clientes adquieren sus productos/servicios no solo por sus características diferenciales o de el bien que aportan en sus vidas, sino también porque creen y comparten los valores de la organización. De forma voluntaria, todos los grupos de interés con los que se relaciona la organización actúan como embajadores de marca. Cuanto más satisfechos están, más comparten su satisfacción con los demás. Se forma como una especie de tribu.

En la era del conocimiento y la información, las organizaciones que aspiren a prosperar socialmente están destinadas a crear verdadera riqueza conjunta. Las organizaciones y las marcas están llamadas a convertirse en medios a través de los cuales las personas puedan realizarse profesional y personalmente. No en vano el principal capital de las organizaciones es su capital humano. Su activo más valioso reside en el conocimiento, la inteligencia, el talento y la creatividad de los profesionales que forman parte de ella.

"Una empresa consciente  mide su éxito por el nivel de bienestar 
que proporciona a las personas a las que su vida afecta" 
Jim Collins

En esta nueva era, debemos de eliminar "la culpa” de nuestro vocabulario y sustituirla por “responsabilidad”. En este marco las empresas están aprendiendo a conjugar la ética con la rentabilidad. Es obvio que las compañías necesitan ganar dinero. Pero una cosa es que ganar dinero sea imprescindible y otra muy diferente que se convierta en su único objetivo.

La finalidad de una organización no es:

Ganar dinero ➡ haciendo muebles
sino 
Hacer muebles ➡ ganando dinero 


Y hacerlo de tal forma que beneficie a todos los grupos de interés que intervienen a lo largo de esta cadena de producción. Tal vez por ello las marcas deberían preguntarse si es válido seguir generando miedo usando a las enfermedades o los estereotipos como “gancho” para atraer clientes o más bien sembrando consciencia para que no se apoderen de la mente colectiva a través del miedo. Siendo más conscientes y responsables.

Lo que las organizaciones realizan en su "hacer y decir" empieza a ser un reflejo de lo que las organizaciones son. Al formar parte de una cadena de valor compuesta por otras organizaciones y personas, las organizaciones están dirigidas a ser cada año más conscientes. 

En el nuevo paradigma se habla de organizaciones con “liderazgo inspirador” que consiste en el arte de inspirar a que la sociedad trabaje con entusiasmo en la consecución de un propósito orientado al bien común de la humanidad. En esencia el verdadero liderazgo de las marcas y organizaciones consiste en servir a los demás, facilitando a todos sus protagonistas (clientes, empleados, accionistas, proveedores, etc.) a desarrollar todo su potencial, confrontando sus miedos. 

El verdadero liderazgo no surge como consecuencia de tener a los mejores empleados y/o de formarlos mejor; surge desde dentro. Y para que aflore el liderazgo colectivo solo existe un camino: que la propia organización se conozca así misma. De ahí que sea tan importante que las marcas revisen su propósito y valores. 

No podrán ser organizaciones líderes hasta que no sean verdaderamente auténticas y no serán auténticas hasta que no se liberen de sus miedos inconscientes como puede ser la pérdida de clientes o de no llegar a ser la mejor del mercado.

REDACTORA