¿MINDFULZEN Business?


¿Qué es lo que genera la imperiosa necesidad de regenerar empresas saludables, y, consecuentemente, directivos y empleados mental y emocionalmente preparados?

Probablemente si tuviéramos que etiquetar con una sola palabra este siglo 21 esta sería: CAMBIO. ¿Cuántas referencias dirías que aparecen en Google si tecleamos la palabra change? Di una cifra. No sigas leyendo. En mis cursos y talleres siempre hago esta misma pregunta y la gente aventura decenas, cientos de millones de referencias, pero casi nadie se aproxima realmente a los tres mil doscientos millones de referencias que arroja Google para ese término.


A partir de ahí muchos continúan pensando: Bien, pero… el cambio siempre ha estado ahí, es la esencia de la evolución humana. Cierto, pero el cambio de ahora es distinto, nada que ver con los anteriores. Se dan hoy por lo menos tres factores netamente diferenciales:
  1. La aceleración, los cambios son continuos. 
  2. La acumulación, los cambios se dan en todos los frentes. 
  3. Y la agresividad, la obsolescencia es rapidísima y muchas veces incluso forzada.

Todo eso genera que la voracidad del cambio sea radical, y la inmediatez requisito imprescindible. Un reciente estudio desarrollado en Alemania por Ericsson y Vodafone demuestra que: Un 72% de los Millennials perdieron el interés en ver videos en dispositivos móviles cuando los retrasos superaron los 4 segundos. Es más, un retraso de 2 segundos al subir una selfie a Facebook bastó para provocar estrés.

Mmm… ¿y eso dónde nos lleva? Consecuencia de esa voracidad, de esa necesidad de inmediatez, es la alarmante simplificación de argumentos y sentimientos. Según la revista del MIT:
"...cada vez tenemos menos paciencia para los argumentos largos y complejos. Nuestro cerebro empieza a acomodarse al tweet de 140 caracteres, o al videoclip de un par de minutos." 
Y desde la revista Psycological Science se añade:
"la sobreinformación, unida a la hiperactividad multitarea, nos está haciendo notablemente menos capaces de experimentar emociones sutiles como la compasión o la empatía." 
En fin, como diría mi querido y recientemente fallecido Zygmunt Bauman, responsable del concepto de “modernidad líquida”, la constante novedad ya no trae nada nuevo. Vivimos un cambio sin descanso, “sin rellanos”, sin verdadera transformación. Es como si la novedad fuera sólo necesaria para excusarse en la constante búsqueda, para cambiar por cambiar, para usar y tirar.

No es de extrañar pues que en ese contexto haya prosperado el Post Truth, una tendencia que nos aboca a una visión en túnel, subrepticiamente (que no ya subliminalmente) proyectada desde las redes sociales (filtro de información vía sus sesgados algoritmos). Hoy más que nunca, sólo escuchamos aquello que queremos oír. O mejor dicho, sólo escuchamos aquello que otros apuntan que queremos oír.

Todo ello en beneficio del populismo que premia la emoción y las propias creencias “más golosas” y “fáciles de consumir”, que los hechos, otrora irrefutables, y las necesarias coherencias. Es como si la cantidad hubiese ganado la batalla a la calidad. "Importan más un puñado de tweets reiterativos, que una opinión experta." 

Recordemos a título de ejemplo en este sentido sólo cuatro datos más:
  1. En España, según TNS, los jóvenes de entre 18 y 25 años dedican en promedio al móvil y la tablet, 4,5 horas al día. (Imaginemos pues el grado de influencia de las opiniones dominantes en red sobre estos chicos.
  2. Y añade, sólo un 19% de los Millennials (18 a 35 años) dice confiar en la gente que les rodea. Más a favor de las redes.
  3. FaceBook ya tiene 1.600 millones de usuarios (21 millones en España) que publican 2.460.000 comentarios; por minuto. Pensemos pues en el poder de naciones y Estados frente a estos poderes fácticos.
  4. Y como colofón, un dato estrella: un 40% de los españoles reconoce explícitamente no haber leído ningún libro en el último año!!

Resultado: En muchas ocasiones sólo juzgamos en base a los primeros planos de consciencia. Si algo nos gusta, si coincide con nuestras creencias heredadas, lo atendemos fervorosamente y lo defendemos y difundimos con pasión, si no, lo ignoramos, para nosotros no existe (sin entrar en detalles ni contrastar opiniones) Nada de profundizar en otros planos sobre creencias y valores. Nada que no sea el ¿Me gusta o no me gusta? ¿Refuerza mi postura o la debilita? Así es como perdemos el sentido. Así nacen los populismos y radicalismos. Así se perpetúa la empresa descabezada.

Pero, entonces… ¿cómo liderar el cambio desde la individualidad?
El Mindfulzen ayuda a un cambio de mentalidad apoyado por un método con 2500 años de garantía: una transformación de actitudes, hábitos y creencias que propicia nuevos estados de ánimo en base a una profunda revisión de nuestros valores y principios.

La transformación que propone el Mindfulzen es sencilla. Simplemente se basa en un cambio de paradigma: En lugar de idealizar nuestros valores, sacralizar creencias y seguir hábitos y actitudes de manera dócil y aplicada, dejando que la atención no sea más que un subproducto que emana de forma espontánea y sin que nadie le cuestione nada, la propuesta es invertir los términos. Todo nuestro foco, toda nuestra energía se centra en la atención al momento presente. De ahí ya emanará todo, de ahí surge un efecto dominó impresionante.

Dejamos de ambicionar el conseguir más y más objetivos para estimularnos sólo por verdaderos retos que impliquen un claro disfrute en el proceso, un proceso que está por encima del resultado. Pasamos de las ambiciones (¿Qué quiero tener?) a las condiciones (¿Cómo quiero ser?) donde el tener la razón no es tan importante como el cultivar la credibilidad. Porqué… es bueno tener presente que los objetivos no son más que una excusa. La consecución de los objetivos nunca nos hará felices a largo plazo. Lo importante es el proceso, la superación de los obstáculos, el disfrute del camino... La clave es ¿En qué tipo de persona me debo convertir yo para poder asumir y presumir de "estar en ello"? No se trata de justificarnos, ni razonar excusas, sino de ser honestos y ganarnos nuestra propia credibilidad.

Sólo desde esta primacía de la atención y la plena consciencia podremos trabajar hábitos, creencias y valores para recuperar nuestra plenitud como persona, y como directivo o empleado. Como decíamos, es cuestión de mentalidad y método.

Un cambio de mentalidad que debe focalizarse en la revisión de:
  • Actitudes y prejuicios: Flexibilidad y Capacidad de cambio.
  • Hábitos e inercias: “Permiso” y Libertad para el cambio.
  • Estados de ánimo: Predisposición, Apertura y Contexto oportunos. 
  • Creencias: Profundidad, Sentido y Fundamento
  • Valores: Motivación, Convicción y Energía
  • Ideales (de vida personal y profesional) y referentes (en quienes queremos convertirnos): Horizonte, Norte y Dirección

Es decir, un completo RESET físico y “mental” junto a un REARM “moral” y espiritual que sólo la atenta reflexión personal (o grupal) acompañada por la meditación pueden procurarnos. Meditación sí, meditación para consolidar nuestra coherencia entre el pensar y el hacer, nuestra congruencia entre el sentir y el pensar, y nuestra consistencia en el tiempo. Meditación para realmente alinear y equilibrar ese sistema operativo que gobierna nuestras percepciones y condiciona nuestras decisiones.

Se trata de “hacer limpieza” (soltar) cambiar para siempre y hacerlo con un método de probada solvencia. 

Un método con 2500 años de garantía, basado en dos principios fundamentales:
  1. Uno de convicción imperativa (ZENKI) que nos empuje a marcar un punto de inflexión definitivo, sin vuelta atrás.
  2. Y otro que nos lleve a mantener una progresión asequible y constante, para que el proceso resulte satisfactorio y auto-motivante. (KAIZEN)

Y es importante disponer de método, porque si todo lo fiamos a la fuerza de voluntad, nunca aprenderemos realmente a gestionar mejor nuestras emociones, gestionar mejor el conflicto y la negociación, liderar el cambio y la incertidumbre, y gestionar equipos como corresponde.

Sin trabajar bien las resistencias, “los cuatro jinetes del Apocalipsis” que nos atenazan, no hay cambio posible:
  1. El perfeccionismo nos lleva al derrotismo.
  2. La prepotencia a la arrogancia.
  3. La duda, el relativismo, a la parálisis.
  4. La distracción, la procrastinación, al olvido.

Mentalidad y método, ese es el secreto, ese es el antídoto a un nuevo imperativo categórico de desconcierto y desconfianza generalizada que no nos debería invadir. 

¿Qué tiene que ver el Mindfulness, el zen y el mundo de la empresa? 
Pues mucho más de lo que crees. El Mindfulzen provee mentalidad y método para poder interiorizar y liderar los procesos de transformación y cambio, hoy constantes, desde la serenidad y la eficacia.

La empresa saludable es aquella que premia el proceso por encima del resultado, que prima sus referentes sobre sus ambiciones, que sabe que la credibilidad va por delante de los argumentos fáciles.

La empresa saludable es aquella que invierte en sus empleados, cree en sus proveedores, escucha y admira a sus clientes, y llena de satisfacción a sus accionistas, no la que sólo atiende a cifras y resultados, elude responsabilidades, incentiva agresivas competitividades y agrede al medio ambiente.

Sólo directivos y empleados atentos y conscientes pueden asumir liderazgos saludables y sostenibles a medio largo plazo. Y ahí la formación es imprescindible.

REDACTOR